domingo, 11 de marzo de 2012

Arrogante, cínico y estúpido, muy estúpido.


Permíteme que te haga una pregunta que me ronda por la cabeza desde hace tiempo… ¿Por qué me miras por encima del hombro como si el mundo hubiera sido creado exclusivamente para ti?
Si, no me pongas esa cara de chiflado como si la cosa no fuera contigo porque ya no te creo, ya he dejado de soportarte como lo hacía antes, ya no es lo mismo porque, todo cambia, el propio mundo cambia, y yo no voy a ser menos, pero ¿y tú?¿de verdad que no tienes nada que decir al respecto?¿de verdad no te has planteado nunca ser un poquito más humilde, mirarte al espejo y ver que no eres el ombligo del mundo?
No me gusta meterme en los asuntos de nadie aunque, tal y como se está dando la situación parezca lo contrario pero, me repatea la gente como tú, que se queja de vicio, que no valora nada y mucho menos a nadie.
Aunque no lo creas, te conozco más en estos veinte minutos de conversación de lo que tú te piensas y creo que te podría definir con tres palabras; arrogante, cínico y, sobre todo, estúpido, muy estúpido.
¡No! ¡Ni se te ocurra darte la vuelta y marcharte! Las verdades duelen, lo sé por experiencia y menos cuando te crees que tú sabes todo y que tu verdad es absoluta, pero no. Siempre no, no y no. Empieza a pensar que eres una persona más en el mundo, una persona del montón, normal y corriente, que si tiene que sobresalir por algo, será por esfuerzos propios pero sin ir  pisando cabeza, como es tu intención. Por favor, deja de pensar que Dios te confió en este mundo con su gracia divina para hacer del mundo un lugar mejor, porque amigo mío, siento decirte que no fue así, que esas cosas solo te las dice tu madre porque esa es su función, regalarte los oídos pero una de las clausuras que tienes que firmar en el contrato de maduración, versa en que no debes creer todo lo bueno que te dice tu madre, porque ni eres el más listo, ni el más guapo, ni mucho menos serás el rey del ligoteo.